Cada vez que escucho o leo «Operación Bikini» me acuerdo de aquella peli de Disney llamada «Operación Elefante». Y sin ánimo de hacer sangre, algo tiene que ver. La película no pasó a la historia por nada en especial (si acaso porque Ray Liotta era tan joven que salía con cara dulce) pero sí pasó a la historia de mi vida porque fue la peli que decidieron alquilar las monjas el primer fin de semana que pasé en el internado. Fue el primero y el último. Después de aquella experiencia decidí que con estar reclusa de lunes a viernes tenía el cupo más que cubierto y fui generosamente adoptada los fines de semana por mis tíos y primos de Madrid (siempre es importante tener parientes en Madrid o Barcelona, por si las moscas).
Para ser las 7 de la mañana en plena guardia del infierno estoy yo muy locuaz (quien dice locuaz, dice rollera) pero no perdamos el foco. Yo venía aquí a hablar de la Operación Bikini. En realidad tengo tan perdido el foco que no venía aquí, he ido al Club de Malasmadres a hablar de ello en una entrevista donde hablaremos de verdades como puños y mentiras como un piano. ¿POR QUÉ? Porque el próximo viernes a las 11:00h en la sacrosanta-sede, soy la encargada de amenizar uno de los desayunos del Club de Malasmadres hablando de todo esto de las lorzas. Sí, esos desayunos que van camino de convertirse en más importantes que los de La Primera ¿te lo vas a perder?
Pincha en la imagen si quieres saber más. Eso sí, después de leer el tip, porque el momento braga-faja no tiene desperdicio.