Como saben ustedes, hace tres semanas se publicó El Paciente Impaciente y desde entonces he mutado epigenéticamente en Boticaria de las Ondas. He desfilado por una docena de estudios radiofónicos en los que han cometido la insensatez de prestarme un micrófono abierto para dejarme hablar de mi libro. Entre los greatest hits, Telemadrid me ha grabado con una lavativa del siglo XIX en la mano y Carlos Latre estuvo poniendo voz a los personajes del libro en Onda Cero. Un no parar.
Al principio a mis amigos les hacía gracia cuando colgaba los enlaces en los grupos de Whatsapp. Todo eran aplausos y sevillanas. Ahora directamente no me contestan para ver si pillo la indirecta (aunque yo me hago la sueca y se los sigo poniendo, por supuesto).
Mi marido también empezó muy bien. Se llegó a poner el despertador para escucharme a las tres de la mañana:
– Cariño, no hace falta que te despiertes, ya te he dicho que lo he grabado esta tarde.
Pero él insistió en escucharme «en directo» y se lo puso. Por amor. Eso sí, el amor se le ha debido gastar de tanto poner la radio porque hoy me ha confesado que las dos últimas entrevistas se las ha fumado.
Hasta mi madre, que no tengo más que una, y encima suelo hablar de ella en las entrevistas, me puso ayer la excusa de que se había fundido los megas para no descargarse un podcast en el móvil… La culpa fue de Movistar. Eso sí, me ha mandado al mail todas las fotos que va recopilando estos días:
– Te las envío clasificaditas para que las guardes en una carpeta. Que tú eres un desastre y estas cosas luego se despistan.
Ante este cuadro familiar, con mis hijos, aunque su amor debería ser incondicional, decidí jugar sucio. Les regalé un libro (uno para los dos, no estamos para dispendios) y tras venderles muy bien la milonga de lo bonito que era el libro de mamá ahora viven obsesionados con que el último cuento antes de acostarse cada noche sea un repaso por las ilustraciones del libro. Han leído bien. Con un libro de 339 páginas con 15 ilustraciones en blanco y negro, ¿quién necesita álbumes ilustrados pop-up de Disney?. Pues sepan que lo piden entusiasmados y se han propuesto muy en serio ayudar a su mamá en la promoción.
El Gremlin (cuatro años) mientras caminaba al colegio el miércoles le fue contando a una amiguita que su mamá había escrito un libro. Yo sentí una punzada de orgullo al ver como me miraba de reojo la madre de la amiguita, hasta que el niño, carne de mi carne y entusiasmado, decidió argumentar la venta:
– El libro es muy chulo porque hay un dibujo de un señor muy gordo que se ha quitado la ropa y se está pesando casi en bolingas.
La madre de la niña me empezó a mirar raro. El Gremlin prosiguió:
– También hay otro dibujo, que es el favorito de mi hermana pequeña, en el que sale un señor en calzoncillos que se ha pegado en la tripa las pastillas que se tenía que meter por el culete. Es muy muy gracioso… ¿te has enterado? ¡se las tenía que meter por el culete y se las ha pegado en la tripa! También dice mi mamá que las pastillas del culete hay gente que se las come. ¡Puaj que asco…!
La madre de la niña empezó a mirarme como un monstruo. A mi hijo aún le quedaban argumentos:
– Y luego hay otro dibujo que es mi favorito… de una señora que lleva una bolsa de plástico en la cabeza y también está un poco desnuda y le salen bichitos saltando de sus braguitas.
La madre de la niña cogió a su hija en brazos y apretó el paso, muy probablemente en busca de la madre superiora del colegio para solicitar nuestra expulsión.
Y lo peor, o lo mejor, es que todo lo que decía mi hijo era absolutamente verdad.
Afortundamente, en La Esfera de los Libros tienen mucho más conocimiento que mi hijo y que yo en temas de promoción y han organizado una presentación en TOPBOOKS el próximo sábado 14 de marzo a las 19:00h. Allí estaré yo, con el boli en una mano y mi hijo en la otra, para convencerles de que deben comprar este libro tan pornográfico y escatológico que ha escrito su mamá.