Anda Twitter calentito con un absurdo debate sobre “el desayuno de los campeones”. ¿Cree usted que es mejor darle a su hijo un chupicao con galletas o enviarlo al cole sin desayunar? Cada vez que un periodista lanza esta pregunta y el entrevistado responde lo segundo, como ha ocurrido esta semana, se arma la de San Quintín. Para empezar el debate parte de una dicotomía improbable: ¿acaso hay que elegir entre desayunar mal o no desayunar?
Los ofendiditos se rasgan las vestiduras ante la remota posibilidad de que una criatura se vaya al cole sin desayunar. Y lo hacen sin valorar: 1. La evidencia científica: el ayuno no parece ser el demonio. 2. Las alternativas: el niño puede almorzar en el recreo. 3. ¡Sorpresa! ¡algunos titulares pueden estar sacados de contexto! Pero ya se sabe, además de un seleccionador de fútbol en su interior, ahora cada español lleva también un nutricionista.
Quizá interese recordar que la OMS califica a la obesidad de epidemia explosiva. Tenemos 41 millones de menores de 5 años con sobrepeso u obesidad y la previsión para 2025 aumenta a 70 millones. Ante los datos, en lugar de ofendernos tanto, quizá sea más útil reflexionar sobre si en nuestra casa podemos hacerlo mejor. ¿O es quizá por eso que nos ofende tanto? El mensaje principal es que los ultraprocesados no son saludables. No desviemos el foco.
“Es que los pobres no tienen otra cosa”. Es el argumento con el que el ofendidito da el puñetazo final en la mesa. Pero no es cierto. Estos son los precios de un supermercado que cuenta con unas 5000 tiendas en España: el paquete de 500 gramos de copos de maíz cuesta 1,09€ y el de 600 gramos de pan integral, 0,65€. Por suerte, otro desayuno es posible: sin galletas y sin arruinarse. ¡Ah! Y sin madrugar para hacer tostadas de aguacate.