Huevo frito congelado: ¿tontuna o innovación tecnológica?
Cada cierto tiempo la foto del huevo frito congelado corre como la pólvora por las redes sociales suscitando la hilaridad en unos y la curiosidad en otros. Hace un par de meses estuvo rondando y ahora durante estos días, el pobre huevo, sin querer, ha vuelto a la palestra.
La verdad es que visto así, en su paquete, sin más explicación, parece una tontuna más de las que a mí me fascinan, pero… lo cierto es que no lo es.
¿Cómo es el huevo frito congelado?
Es un huevo frito, con forma de huevo frito, viene envuelto en un plástico y preparado para calentar. Sin embargo, esto no va de ir al súper y comprarte un huevo congelado para cenar. No nos rasguemos las vestiduras porque no se diseñó con esta idea. Entre otras cosas, porque en la forma de calentarlo propuesta (horno, micro ¡incluso sartén!) se puede tardar más que en freír uno de cero. Y es que ni su propio inventor lo patentó con la idea de llevarlo a casa.
¿Quién “inventó” el huevo frito congelado?
Un señor de Huesca llamado Javier Yzuel, que lleva desde 2016 vendiendo millones de huevos fritos congelados a Burger King para hamburguesas con huevo, Findus o Makro. Empezó fabricándolos precisamente en Vitoria pero se mudó a una fábrica más grande a Teruel hace un año. Se “fabrican” unos 200.000 diarios.
¿Para qué puede ser útil el huevo frito congelado?
En mi opinión, para hospitales, colegios o restauración colectiva “masiva” sí puede ser interesante como ahorro de tiempo. Incluso para garantizar la seguridad y curarse en salud con un producto complicado como el huevo (estos huevos congelados se pasteurizan antes de congelarlos). Ya se utilizan subproductos del huevo para garantizar la seguridad: en restauración colectiva se usa de huevo líquido pasteurizado para evitar salmonela. Sí, hablamos de la famosa “huevina”. Y en cuanto al tema nutricional, si se recalienta bien, no sería muy distinto.
¿El huevo congelado sabe igual que un huevo frito?
Lamentablemente no. En un mundo de avances científicos y tecnológicos revolucionarios aún no hemos conseguido procesar los huevos manteniendo sus propiedades organolépticas. El quid de la cuestión parece ser la yema, que es complicada de congelar. Al calentar el huevo posteriormente, la yema no queda líquida sino “cremosa o mantequillosa”. En definitiva, no puedes mojar, que es lo que mola.
¿Puede ser recomendable para consumo casero?
En el caso de que se vendiera en supermercados, algo que hasta la fecha creo que no sucede, yo no lo compraría para casa. Me parece un gasto innecesario en todos los aspectos, incluyendo el envoltorio, y además el punto de de la yema mantequillosa en lugar de líquida no me atrae. Pocas cosas hay como comer un huevo frito recién hecho, de los de verdad…
Ahora bien, como solución segura para restauración colectiva en plan “rancho”, sí lo veo. Otra cosa es que esos “ranchos”, o comer en un determinado tipo de cadenas hamburgueserías sea lo más adecuado… pero eso lo dejamos para otro día, porque no es culpa del huevo.
Conclusión:
Aunque haya muchas tontunas pululando y lo del huevo frito nos haga mucha gracia, esta no es una tontuna más y en algunos casos podría tener sentido.