«Esto sabe a Nenuco» es la historia de una frase que se ha quedado para los restos entre la familia y amigos a los que, por aquel entonces, les contamos la terrible anécdota.
Un lunes por la mañana, entraron por la puerta de la farmacia una madre muy enfadada y su hija (toda una moza de unos veinte años).
Madre (con mal gesto): Mire usted, fuimos el sábado a urgencias porque la niña estaba mala, y el médico de guardia le dio unos sobres de antibiótico para que tuviese tratamiento durante el fin de semana. ¡Dígale a la niña que se los tiene que tomar! ¡Aunque estén malos!
Hija (llorosa): Mamá… que esto está muy malo… que esto sabe a Nenuco…
Farmacéutica: ¿Nenuco?
Madre (gritando): ¡Así todo el fin de semana! ¡Que sabe a Nenuco! La verdad es que son unos sobres muy difíciles de tomar, ni haciéndole un bocadillo de pan para disimular el sabor se los ha querido comer.
Farmacéutica: ¿Con pan? ¿los sobres? ¿bocadillo?
Hija (llorosa): Mamá… que esto está muy malo… que esto sabe a Nenuco…
Madre: Así que mire, le he traído los sobres, a ver si le explica a la niña como tomárselos, porque yo no puedo más. He intentado hacerle una infusión con el pan de ángel ese… pero tampoco.
Farmacéutica: ¿Pan de ángel?
Hija (llososa): Mamá… que eso está muy malo… que esto sabe a Nenuco…
La madre sacó del bolso unos sobres de un antibiótico, aparentemente normales. Al abrir uno, resultó que en su interior había una toallita impregnada en colonia (para entendernos, como las que ponen en los bares con las gambas). Se trataba del típico regalo publicitario de los laboratorios. Unas toallitas húmedas que, a modo simpático, venían dentro de unos sobres con el mismo formato que el del antibiótico. Tan conseguidos estaban que el médico se confundió y le dio al paciente las toallitas de merchandising en lugar de los sobres de antibiótico.
La hija tenía razón con aquello de «esto sabe a Nenuco». Pero lo peor no fue eso… lo peor fue explicarle a esa madre y a esa hija, «con delicadeza», que llevaban todo el fin de semana intentando hincarle el diente a una toallita de manos.
Nooo, no es posible. Menos mal que era una toallita. Antes daban bolis, que se pueden confundir son supositorios.
De supositorios tengo una buenísima, tan buena que parece inventada, pero yo no soy tan retorcida. O eso creo.
Aplausos. Sabor Nenuco es lo que los laboratorios deberían inventar. Un besote desmadroso
Gracias amiga, qué ilusión un comentario tuyo aquí. Al final todo llega. Lo del nenuco igual hasta tendría tirón… como la fresa ácida, ¿quién sabe?
¡Para no comentarte! 😛 y me encanta ver que ese proyecto ha florecido, que estás en el ajo, que nos informarás y nos harás reír y que estarás en activo cual boticaria 24 hrs 😛 un besote desmadroso
jajajajjajaajaj…
oeo sardiiinaaaaas
Teníamos una conocida con la que coincidíamos una vez al año en las fiestas del pueblo de unos amigos y nos contaba la mejor anécdota del año anterior, sólo una, para no saturar. Eran para alucinar, así que yo ya me lo creo todo. Cuando doy cursos a mis alumnos les suelo explicar la de la señora que fue al médico diciendo que no podía hacerse la prueba que tenían prevista porque no había sido capaz de comerse más de 18 galletas. Explicación: en la nota el médico le puso que previamente comiera algo, un café y 3 0 4 galletas. Vienen a ser 10 paquetes de marías de toda la vida. Ni pensar quiero en el tamaño del café que se debió preparar para empujarlas, ¿llenaría la bañera?
Jajajaja, ésa es muy buena. La mente humana no tiene límites, o mejor dicho, puede llegar a ser muy limitada…
Tengo alguna más, pero al menos dos de ellas no son aptas para menores.
Esas son las mejores… tendremos que publicarlas en horario nocturno, jaja.
Que me meoooooo… Lo que me parece paranormal es que no lo hicieras tú, vaya escena.
Oye, llámame empanada, pero acabo de «descubrirte» gracias a una de tus socias. Y me encanta 🙂
Un besazo, guapa.
Gracias, ¡la socia sin nombre me ha hechado un cable en su post de hoy! La verdad es que la escenita fue de traca, sí… ¡Un besazo!