Pirámides, rombos y círculos. Como si volviéramos a las aulas de primaria, desde las Universidades y las Sociedades Científicas siguen tirando de formas geométricas para divulgar sobre alimentación saludable. Vaya por delante que a mí me parece perfecto. Por si no lo saben, yo hago vídeos de divulgación para este periódico disfrazándome de Drácula o colgándome langostinos de las orejas, así que no tiraré la primera piedra.
La dificultad aparece cuando el círculo y la pirámide no encajan tan bien como en el hombre de Vitrubio de Leonardo. En 1992 la USDA (United States Department of Agriculture), publicó la primera pirámide pero en 2010 cambió de herramienta pasando a My Plate. Después llegaría el famoso plato de la Escuela de Salud Pública de Harvard.
El cambio no fue solo en la forma, sino en el fondo. La principal: en la pirámide la base de la alimentación son los cereales, pero en el plato, la mitad de la ingesta proviene de frutas y verduras. Y mientras en la pirámide las carnes rojas, embutidos, dulces y alcohol tienen su lugar y son clasificadas como de “consumo opcional ocasional y moderado”, en el plato no gastan tinta en retratarlos.
Si se mencionan es solo para advertir que limitemos o directamente evitemos su consumo.
Estas notables diferencias en las guías nutricionales no ayudan a dar un mensaje sólido. Rezaremos a Renenutet, diosa egipcia de la alimentación, para que algún día se resuelva el misterio de la pirámide.
(Este artículo ha sido publicado íntegramente en la versión de papel de 20minutos el 31-03-17).
Os recuerdo que mañana a las 18;00h tendremos la presentación de EL MOCO RADIACTIVO. ¡Os esperamos!