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Las mejores anecdotas de enero

anecdotas farmacia enero

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La sección de anéctotas siempre ha sido la favorita del respetable en este blog. Sin embargo, como persona cruel y despiadada que soy, llevo prácticamente un año torturándoles a ustedes con posts sobre divulgación sanitaria sin hacer una sola concesión al chascarrillo ligero y agradecido.

Este propósito de año nuevo (que comienzo en febrero, bien empezamos) consiste en escribir un post con los greatest hits mensuales que haya sufrido tras el mostrador. Post que publicaré cómodamente a mes vencido, como los pagos de El Corte Inglés.

Aún no sé si por suerte o por desgracia, pero enero ha sido un mes especialmente generoso en cuanto a sucedidos.  Supe que el mes apuntaba maneras cuando, en el fragor de la festividad de los Reyes Magos, don Dionisio me pidió una caja de Baltasar (por Valsartán, un antihipertensivo). No me equivocaba. A la caja de Baltasar le siguió la señora Benita pidiendo un bote de Sacedón para hacer de vientre (en este caso la señora se refería al medicamento Salcedol, no a las propiedades laxantes de este pueblo de Guadalajara). No pude evitar recordar aquella mítica parodia del vídeo de U2 en El Informal en la que Florentino Fernández decía aquello de Si la cosa está mal, voy a Sacedón. A partir de ahora, cada vez que la señora Benita entra en la farmacia me la imagino cantando: Si la cosa está mal, tomo Salcedol. Mi mente es así de libre.

Como no podía ser de otra forma, el mes lo rematamos de forma gloriosa el pasado viernes cuando tuve a bien preguntarle a un parroquiano habitual, que anda algo perjudicado, por su estado de salud:

– ¿Cómo está usted, don Amalio  ?

– Pues ¿qué quiere que le diga, boticaria? Estoy para que me cojan del brazo y me lleven a elegir la caja.

A eso le llamo yo contundencia y aceptación.

 

anecdotas farmacia enero

Enero ha sido un mes durísimo. Gracias al frío los reyes del mambo han sido los jarabes expectantes (por expectorantes). También han triundado las pastillas del amor (por paracetamol, aquí San Valentín todavía nos quedaba lejos) y sobre todo el Frenadolor. Eso sí: el Frenadolor me lo va a dar usted en polvos de los que rechirben, no en cláusulas.

No crean ustedes que todo son confusiones de chichinabo. Doña Rosario, desde su laboratorio de mesa camilla y brasero, ha desarrollado su propia teoría sobre la mutación de las cepas del virus de la gripe. La semana pasada se nos apalancó en el mostrador dispuesta a explicar su tesis con vehemencia a todo aquel que quisiera escucharla:

– Todo esto de la gripe…. es porque no llueve.

-¿Disculpe?

– Pues eso, que como no llueve, el virus va a su aire, está muy suelto y la vacuna no sirve para nada. A los virus hay que atarlos en corto con la lluvia.

Ya lo saben ustedes, el año que viene, si allá por el mes de noviembre no ha empezado a llover, nos liamos a tirar petardos al cielo como los chinos. Todo sea porque a los virus hay que atarlos en corto.

Con esto del frío no crean que todo son enfermedades. Algunos aprovechan la coyuntura y se entregan con cierto desenfreno a los deportes de interior. Es el caso de Mariluz, una habitual de la farmacia con especial predilección por la profilaxis en general y la fantasía en particular:

– Quiero un lubricante, pero si es posible dame uno de los que no provocan diarrea.

Si en ese momento yo hubiera estado comiendo, supongo que me habría atragantado y ahora estaría emulando a don Amalio (pero con la caja de pino ya elegida). Afortunadamente tengo por costumbre no comer en el mostrador y sigo viva.

A pesar de que llevo casi diez años trabajando, a veces parezco nueva y cometí la insensatez de preguntarle a Mariluz:

– ¿El lubricante te ha dado diarrea?

– ¡No mujer! ¡A mí no! ¡Al perro!

Lo sé, lo sé. Ustedes ahora mismo están pensando en aquello de Sorpresa, Sorpresa con Ricky Martin, el perro y la mermelada. Y yo también lo pensé en su momento. Mi tolerancia al rubor es alta pero incluso yo tengo un límite. A riesgo de escuchar cosas que no quería oír decidí no hacer más preguntas. Demasiado tarde. Mariluz había cogido carrerilla:

– Verás boticaria, es que el otro día dejé el lubricante en la mesilla y el perro de mi novio se lo comió. Al animal le ha debido de soltar la tripa ese mejunge aceitoso y ¡no veas cómo ha puesto la casa! ¡Un desastre! Así que he pensado que me des otro que no de diarrea. O al menos de efecto calor o algo así, para que  si el perro vuelve a intentarlo le pique en la lengua y no se lo coma.

Como en aquel viejo chiste que decía: ¿ha probado usted a quitar la cucharilla? me entraron ganas de preguntarle a Mariluz si había probado a meter el lubricante en un cajón de la mesillla. Pero no lo hice. A mí los perros me dan mucho miedo, y Mariluz más.

Para serenarnos un poco tras la historia de Mariluz les contaré para terminar la de el Paciente Soñador. Se trata de un señor que ya ha cumplido los setenta y que entró pensativo en la farmacia aquel jueves por la mañana, con las manos hundidas en los bolsillos de su pantalón de pana. Se dirigió al mostrador y dijo mirándome a los ojos:

– Quiero pastillas para no soñar.

– ¿Disculpe? Querrá usted decir unas pastillas para dormir.

– No, no, quiero pastillas para no soñar porque estoy cansado de que mis sueños no se hagan realidad.

Al Paciente Soñador no supe qué contestarle. Él tampoco buscaba una respuesta. Ni siquiera quería realmente una caja pastillas. Tras sonreír, se dio la vuelta y salió lentamente de la farmacia, con sus manos aún dentro de los bolsillos del pantalón de pana.

 

Y hasta aquí las anécdotas del mes de enero. No voy a engañales, ha habido más, muchas más, pero febrero es un mes cortito y por si las moscas me voy a guardar alguna en la recámara. De paso, aprovecho para comentar que participo en los Premios 20 Blogs en la categoría de Salud y Vida Sana. Así como La Faraona decía aquello de Si me queréis, IRSEN, yo les digo, Si me queréis,VOTADME.

Si tenéis un momentito, podéis echarme una mano pinchando en este enlace. Os estaré eternamente agradecida.

 

 

 

 

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